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Después de Gaza, control de daños en el parlamento israelí

  • Foto del escritor: Ignacio Rullansky
    Ignacio Rullansky
  • 26 nov 2018
  • 6 Min. de lectura

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"Considerando renunciar a la oposición". Ironía del legislador Ayman Odeh, referente de la Lista Árabe Unida, del lunes 19 de noviembre, en relación a Avigdor Lieberman, reacio a sentarse junto a él en el lado de la oposición dentro de la Knesset.

Las consecuencias políticas del alto al fuego acordado la semana pasada por el gobierno israelí con Hamas y otros movimientos en Gaza fueron notables. Las condiciones de la tregua, aceptar la transferencia desde Qatar, de 90 millones de dólares y reasumir los términos de la tregua de 2014, provocaron la renuncia de Avigdor Lieberman, ahora ex ministro de defensa, quien instó a los legisladores de su partido, Yisrael Beitenu (Israel es Nuestro Hogar), a abandonar la coalición de gobierno y llamar a elecciones legislativas anticipadas: en principio, se celebrarían en noviembre de 2019, pero empezó a recorrer la sensación que quizás se adelantarían para fin de 2018, pues los miembros restantes de la coalición refrendaron dicha postura. En un clima de alta disconformidad popular con el manejo de la situación en Gaza y en el que las rivalidades afloran en el parlamento, Benjamin Netanyahu, primer ministro, blanco de críticas por parte de todos los sectores, se dedicó a negociar la supervivencia de su coalición con sus aliados para evitar ir a elecciones en un momento de gran debilidad.


Lieberman: tirando dardos desde la oposición

El líder de Yisrael Beitenu, ahora en la oposición, reflota su sueño de ser primer ministro: no es un cargo al que se acceda directamente; deberá ser elegido si su partido hace una buena elección, generalmente, se requiere que consiga la mayoría. Para Lieberman fue inaceptable la transferencia de fondos desde Qatar a Gaza y que se pactara una tregua cuando para él, sólo cabía responder con ánimos revanchistas: para el público que pretende cautivar, un oficial caído y cientos de misiles disparados a Israel no deberían ser fáciles de perdonar. Sin embargo, su imagen no es actualmente la mejor, lo que empaña su meta para las elecciones.


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Avigdor Liberman, ex ministro de defensa, en una conferencia a autoridades locales en Natanya, 22/11/2018. Foto: The Times of Isralel, 22/11/2018.

El problema principal que se presenta en la agenda es el de la seguridad y cómo conseguirla. En sus poco más de dos años como ministro de defensa, Lieberman se restringió a polemizar sobre esta cuestión y perseguir fines estratégicos personales. Por un lado, neutralizó las aspiraciones políticas de su rival, Naftalí Bennett, líder de HaBayit HaYehudí y actual ministro de educación, quien pretendía el mismo cargo hacia 2016, cuando Lieberman asumió: la semana pasada, vacante el cargo, Bennett volvió a pedírselo a Netanyahu so pena de renunciar también a la coalición. Por otro lado, Lieberman consiguió estos años una posición sumamente ventajosa y de significancia política para ser visto y promover su agenda en la Knesset, el parlamento.

Después de todo, si nos remontamos a las elecciones legislativas de 2015, su partido apenas había superado el umbral electoral que, paradójicamente, él mismo había promovido fuera incrementado a 3,25 propugnando, en vano, bloquear el acceso al parlamento a los partidos árabes, que resultaron ser la tercera fuerza mayoritaria. Con un 5,11% de los votos, Yisrael Beitenu obtuvo 6 legisladores. Crítico de las políticas de Netanyahu en materia de seguridad, Lieberman se sumó a la coalición de gobierno a fines de mayo de 2016, en un momento en que el primer ministro propiciaba consolidar su legitimidad en la Knesset y, no menor, hacia la comunidad internacional, dando la impresión de ser un edificador de consensos, en vistas a negociar un potencial acuerdo de paz auspiciado por John Kerry, secretario de Estado de Barack Obama.


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Isaac Brick, ombudsman de las FDI, con su copia del informe anual presentado en mayo de 2017. Foto: Ministerio de Defensa de Israel.

Liberado de su cargo, Lieberman se dedica a infligir todo el daño posible a Netanyahu. En una conferencia que dio el jueves 22, volvió a criticar duramente al primer ministro y a las autoridades de las Fuerzas de Defensa de Israel respecto al tema de la seguridad. Haciéndose eco del informe que Isaac Brick, ombudsman de las FDI, le presentó a Netanyahu y a él a principios del pasado octubre, Lieberman apuntó contra el estado de las FDI: supuestamente, en peores condiciones que en la Guerra del Yom Kipur, en 1973. Esto sería muy grave pues fue entonces cuando el ejército sufrió bajas significativas al ser sorprendido por los ejércitos de Siria y Egipto. Según Brick, las FDI presentan problemas, por ejemplo, en el almacenamiento y mantenimiento de tanques y vehículos militares. Lieberman aseguró este jueves haber oído al teniente general y jefe del Estado Mayor, Gadi Eisenkot, coincidir en un "90 a un 95%" con los alegatos de Brick. En lugar de regodearse con esta información que es alarmante desde el punto de vista de la seguridad, cabe preguntarse si no es responsabilidad suya llegar a esto después de una pobre gestión como ministro.


¿Cómo había llegado Lieberman a la coalición?

El objetivo original de Netanyahu en 2016 era traer a la coalición a Isaac Herzog, líder de Unión Sionista (laborismo y Hatnuá), rival desde la centro-izquierda, quien habría sido ungido como negociador en un potencial acuerdo de paz de no ser por la causa abierta a partir de la denuncia que le hizo Shelly Yacimovich, respecto a fondos ilegales que habría recibido al competir contra ella en las primarias de 2013. Herzog no podía sumarse pero Lieberman, sí. Sería una mochila pesada, porque fiel a su renuncia, entre sus prerrogativas se hallaba una política ofensiva contra Gaza (así como el apoyo oficial a su proyecto de ley de la aplicación de la pena de muerte en casos de ataques considerados terroristas, que se aprobó hace semanas) que contrastaba con el pragmatismo de Netanyahu, ahora seriamente herido por la serie de acontecimientos.

Después del 14 de noviembre, Netanyahu se abocó al control de daños. No sin mucho esfuerzo, logró que Bennett, quien en 2016 criticó la decisión de nombrar al "inexperto" Lieberman, se resignara a seguir como ministro de educación. Contra viento y marea, Netanyahu, quien asumió el ministerio de defensa, dijo estar dispuesto a absorber todo el desgaste posible respecto a las críticas por la escalada en Gaza. El gran desafío para el primer ministro era no precipitar el llamamiento a elecciones legislativas de manera inmediata, previendo salir altamente perjudicado dada la premura y la debilidad en que se halla, sosteniendo la coalición de gobierno con apenas el número necesario (61 legisladores sobre 120).


Netanyahu rescata la coalición pero sigue presionado por las encuestas

En este escenario, las encuestas pintan mal para casi todos los grandes referentes y partidos: el Likud obtendría 29 asientos frente a los 32 proyectados en octubre (desde marzo que no se encontraba en menos de 30); Yesh Atid obtendría 18, la Lista Árabe Unida 12, Unión Sionista y HaBayit HaYehudi, 11 cada uno, Kulanu 8, la Lista de la Torá Unida e Yisrael Beiteinu 7 respectivamente, Shas y Meretz 6 y la independiente Orli Levi-Abekasis, 5. La instatisfacción con el accionar de Netanyahu y de Lieberman en estos sucesos fue de 71% y 69%.

Cabe destacar que si el ahora opositor Lieberman estuvo en desacuerdo con el cese al fuego, también lo estuvo Bennett, actual ministro de educación; ninguno reuniría prospectivamente los votos necesarios para disputar a Netanyahu su continuidad como primer ministro en 2019, quien milagrosamente ha resistido cargos de corrupción gravísimos (él y toda su familia, prácticamente) entre muchas debacles, pero puede que lo que sí se modifique sea la composición numérica de legisladores (las encuestas proyectan dicha erosión) haciendo que su continuidad en el cargo requiere mayores compromisos futuros con otras fuerzas.


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Los ministro de educación y de justicia, Naftalí Bennett y Ayelet Shaked, del partido HaBayit HaYehudí (La casa judía). Foto: AFP.

Con Bennett a la cabeza, importantes miembros de la coalición vigente desde 2015 como la ministra de justicia, Ayelet Shaked (HaBayit HaYehudí), Moshe Kahlon (Kulanu), ministro de finanzas, y Aryeh Deri (Shas), ministro del interior expresaron su escepticismo respecto a la sostenibilidad de una coalición de 61 legisladores: ya el lunes, se vio cómo varios proyectos debieron ser retirados por no conseguir consensos suficientes. Inicialmente, Bennett amenazó con retirarse de la coalición de no percibir el cargo de ministro de defensa y sostuvo, como lo hicieron todos los mencionados, que ir a elecciones anticipadas era lo más aconsejable.


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Benjamin Netanyahu y Moshe Kahlon, en una conferencia de prensa el 9/10/2018. Foto: Hadash Parush/Flash 90

Para Kahlon, es diametralmente opuesto contar con dicho número en el primer año de un gobierno que en el cuarto, dando a entender el mismo mensaje. Sin embargo, después de días sumamente tensos para el primer ministro, quien debió poner paños fríos a las aspiraciones de Bennett sobre el ministerio de defensa, Kahlon, que no se opuso a los deseos del ministro de educación, expresó esta semana que su partido operaba como "factor de contención" para el gobierno, dando a entender que apoyará la coalición lo que sea necesario. En el mismo sentido se expresaron Bennett y Shaked; los tres ministros terminaron destacando un compromiso de lealtad con el gobierno y su estabilidad aceptando los términos de Netanyahu.

El lunes 19, Lieberman, quien debió re ubicarse en la Knesset dentro de la oposición, no se privó de rehusarse a sentarse junto a Ayman Odeh, líder de la Lista Árabe Unida, a quien calificó como terrorista: Odeh respondió irónicamente que consideraba renunciar a la oposición ahora que el ex ministro de defensa jugaba al juego de las sillas en el parlamento. Este episodio le valió a Lieberman severas críticas por parte de todos los sectores partidarios y de autoridades de organismos públicos y de la sociedad civil, que repudiaron su racismo.

Como demuestran los acontecimientos relevados, para un líder experimentado como Netanyahu, lograr consensos en la Knesset puede no ser menor pero tampoco imposible. La pregunta que surge es por la viabilidad y sostenibilidad de su política respecto al conflicto, lo que nos lleva nuevamente al problema de la seguridad: qué doctrina primará y bajo qué condiciones podrá ser defendida en circunstancias de tensión incluso peores a las de este noviembre, si el liderazgo de Netanyahu, de resultar victorioso en 2019, es menos robusto que lo que ha sido hasta ahora.

 
 
 

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