top of page
Buscar

Algunas claves para entender la crisis económica en Turquía

  • Foto del escritor: Ignacio Rullansky
    Ignacio Rullansky
  • 17 ago 2018
  • 5 Min. de lectura

ree
Postal de otros tiempos. Los presidentes Donald Trump y Recep Tayyip Erdogan en la Casa Blanca, el 16 de mayo de 2017. Foto: Evan Vucci/AP

En junio de este año, Recep Tayyip Erdoğan, quince años invicto, fue reelecto presidente de Turquía con el 52,6% de los votos inaugurando el pasaje de un régimen parlamentarista a uno presidencialista, de acuerdo al referéndum constitucional de 2017. La reacción de los mercados fue precavida: Erdoğan designó a su yerno como ministro de finanzas, gesto tomado con preocupación, sugiriendo la continuidad de sostener una baja tasa de interés en el marco de una progresiva devaluación de la lira, de endeudamiento externo, una creciente inflación y un banco central escasamente independiente.

En junio, tras las elecciones, la moneda había perdido un 20% de su valor desde comienzos de año: a mediados de agosto, ya perdió un 40%. Esto se da en el contexto de un progresivo deterioro en la relación con los Estados Unidos, ambos aliados y miembros de la OTAN, plagada de conflictos de interés en torno al involucramiento de ambos países en el conflicto sirio (como en el uso de la base de Incirlik para combatir al Daesh/ISIS, y el apoyo norteamericano a facciones kurdas que Ankara asocia con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán). Este año, el fracaso de las negociaciones entre Trump y Erdoğan respecto a la mutua extradición del pastor evangelista Andrew Brunson y de Fethullah Gullen, profundizaron el malestar. La semana pasada, la renuencia del gobierno turco a extraditar a Brunson -acusado con otros 20 estadounidenses de participar en el golpe de 2016; a Fethullah se le imputa planearlo- fue correspondida por Washington al doblar las tarifas aduaneras a las importaciones de acero y aluminio (ahora del 50% y 20% respectivamente) de Turquía.



ree
El pastor evangelista oriundo de Carolina del Norte, Andrew Brunson, detenido en prisión domiciliaria en Esmirna. Foto: Reuters.

Luego que Trump anunciara esto el viernes pasado por Twitter, se produjo una estrepitosa caída de la lira de un 20% en un día (una relación de 7,24 respecto al dólar). El propio Erdoğan responsabilizó en medios nacionales y en una editorial publicada en el New York Times, a Estados Unidos por la crisis económica que enfrenta su país, enfatizando la retórica nacionalista -e incluso religiosa- que tradicionalmente caracterizó su discurso. El presidente turco exhortó a la población a apoyar la lira recurriendo a “el oro bajo la almohada” y boicotear productos norteamericanos electrónicos apoyando competidores (por ejemplo, Samsung sobre Apple, o incluso la firma nacional Vestel), y anunció que impondrá mayores tarifas a otros como el arroz, el tabaco, el alcohol, los cosméticos, al carbón y a la industria automotriz, los bancos e inversores extranjeros con acciones en Turquía (BBVA, Unicredit, BNP Paribas). Como consecuencia de la caída de la lira y de las declaraciones de tanto Trump como Erdoğan, las bolsas de Europa y de Asia sufrieron pérdidas, alentando la reacción del sector financiero de refugiarse en mercados “menos volátiles”. Precisamente esta conducta afecta a economías emergentes como la nuestra, la de India, Sudáfrica, México y Brasil, cuyas divisas comportaron respectivos debilitamientos.


ree
Tweet de Trump del 10 de agosto anunciando las sanciones. Traducción: "Recién he autorizado doblar las tarifas al acero y al aluminio con respecto a Turquía mientras su divisa, la lira turca, cae rápidamente frente a nuestro muy fuerte dólar! La del aluminio será ahora del 20% y la del acero del 50%. Nuestras relaciones con Turquía no son buenas en este momento!"

Además, la crisis de la lira compromete las economías de la Unión Europea, la de Rusia (el rublo se devaluó por efecto de ella) y, no menor, erosiona a la propia OTAN. A lo largo del año pasado, el gobierno turco negoció la compra de unidades de defensa anti misiles ruso S-400, motivo de preocupación para miembros de la OTAN como, nada menos que, Estados Unidos, cuyo Senado discute retirar a Turquía del programa de adquisición de los avanzados jets F-35. A todo esto, el secretario de defensa, Jim Mattis, señaló que el sistema no sería operable ni integrable con los que poseen los demás Estados miembro y esgrimió, oponiéndose a la remoción de Turquía del programa, pues Turquía no deja de ser un aliado de la OTAN que invirtió 1.250 millones desde 2002, estipulándose la compra de 100 aeronaves: la cadena de producción se cortaría afectando el propio presupuesto nacional. La posición de Ankara se dio, de hecho, a la manera de una sanción a Occidente por la respuesta al intento de golpe de Estado de 2016 y a la situación de los refugiados sirios: desde el gobierno de Erdoğan, se estableció el compromiso de Turquía con la OTAN e incluso declarando la intención de llegar a desarrollar sistemas de defensa propios colaborando con la empresa EUROSAM, como señal inequívoca de ello.

Desde el gobierno de Estados Unidos, la respuesta actual es congelar la venta de los sofisticados jets de combate F-35 a Turquía para evitar que la obtención de esta tecnología junto a los S-400, permita "a los rusos" estudiar el avión. Esta semana, Vladimir Putin, anunció que favorecería el intercambio bilateral en divisas nacionales, y Angela Merkel, urgió a Turquía a preservar la independencia de su banco central, resolver la cuestión de los detenidos y abogó por el futuro de los países industrializados del G20. Este martes, John Bolton, asesor de seguridad nacional de Trump, y el embajador turco, Serdar Kilic, no lograron destrabar la tensión: ambas partes se muestran intransigentes y amenazan mutuamente con sanciones.


ree
El sistema de defensa anti misiles ruso S-400, exhibido en el desfile del Día de la Victoria en Moscú, el 9 de mayo de 2018. Foto: Kirill Kudryavtsev/AFP; Getty Images.

Analistas internacionales prevén que esto puede alentar a Turquía y a otras economías emergentes a recurrir a mercados como el ruso y el chino en desmedro del norteamericano y del dólar; incluso fortalecer el vínculo entre Turquía y la Unión Europea. Esto último podría suceder si Erdoğan decidiera mantener una posición más bien moderada respecto a la crisis económica y diplomática en la que está envuelta con Estados Unidos: no tiene porqué volcarse en una crisis más general con Occidente.

Si Erdoğan procediera a mantener un intercambio comercial con Irán ignorando las sanciones estadounidenses, recurriese decididamente a capitales rusos, chinos o incluso, qataríes, si optase por salirse de la OTAN (factor de preocupación para la Unión Europea), semejantes circunstancias aislarían más a Turquía de los mercados de capitales europeos y norteamericanos profundizando su crisis. Además, las economías de Rusia e Irán atraviesan sus propias crisis económicas, lo cual es sintomático de un contexto en el que no es ni tan posible ni atractivo realizar ese tipo de enroque. De tal manera, es posible que a pesar de la retórica, Turquía opte por medidas más enfocadas en tranquilizar a los inversores: en realidad, "buscar otros mercados de capitales" puede significar recurrir, también, al alemán, es decir, ni siquiera salirse del eje de Occidente-Unión Europea-OTAN.


ree
Recep Tayyip Erdoğan y el emir de Qatar, Sheij Tamim bin Hamad al-Thani, en Ankara, el miércoles 15 de agosto. Foto: AFP.

Esto mismo es lo que Berat Albayrak, ministro de finanzas y yerno de Erdoğan, hizo el jueves 16 al dirigirse a cerca de 6.000 inversores en una conferencia donde buscó transmitir calma y erradicar la perspectiva de un posible rescate del FMI. Al contrario, se comprobó un repunte de la lira a partir del anuncio de medidas para proteger a los bancos locales y realizar un ajuste al gasto fiscal, de manera que el gobierno pueda comprometerse a saldar su deuda externa. Contando con el envión que proporcionó el anuncio del emir de Qatar, Tamim bin Hamad al-Thani (quien visitó Turquía esta semana), de conceder préstamos por $15.000 millones de dólares para regularizar la estabilidad del sistema bancario turco, y con las respuestas favorables que Emmanuel Macron y Angela Merkel (interesada en que Turquía siga albergando refugiados sirios) dieron luego de la conferencia de Albayrak, la lira terminó subiendo un 4% respecto al dólar. No obstante, el secretario del tesoro de Estados Unidos anunció que desde el gabinete de Trump se prevén nuevas sanciones contra Ankara; como consecuencia, la lira retrocedió nuevamente un 1%. El viernes 17, la lira volvió a caer un 5%, a 6,1 respecto al dólar y la bolsa de Turquía un 1%; se registraron caídas también en Reino Unido (FTSE 100 index, un 0,4%), en Alemania (Dax, un 0,7%), en Francia (CAC, un 0,5%), en Italia (FTSE MiB, un 0,9%) y en España (Ibex, un 0,3%).


 
 
 

Comentarios


© 2023 by The Artifact. Proudly created with Wix.com

  • Icono social de Spotify
bottom of page