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Nunca me abandones: Rouhani resistiendo el giro a la derecha en Irán

  • Foto del escritor: Ignacio Rullansky
    Ignacio Rullansky
  • 28 feb 2019
  • 7 Min. de lectura

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El presidente iraní Hasan Rouhani y su ministro de relaciones exteriores, Javad Zarif. Foto: Isna Photo, Mona Hoobehfekr

"Creo que aceptar su renuncia sería contrario al beneficio del país, así que la rechazo". Esa fue la contundente respuesta del presidente iraní, Hassan Rouhani, a Javad Zarif, ministro de relaciones exteriores que a través de un post en Instagram, dio a conocer su decisión de dejar su puesto al comenzar la última semana de febrero.

La noticia recorrió los medios de la región: uno de los más importantes funcionarios del gobierno iraní, nada menos que el arquitecto de la política exterior desde 2013 y el responsable de negociar el acuerdo nuclear con el G5+1, dimite en medio de una grave crisis económica. Pero no, el presidente no aceptó su renuncia. Ya el miércoles, Zarif acompañó a Rouhani en la ceremonia de recepción del primer ministro armenio, Nikol Pashinyan. En su post, Zarif no había dado explicaciones de su decisión, lo que lleva a todos los especialistas a preguntarnos qué hay detrás de esta renuncia.


Por favor, por favor, no te vayas

Como cantó hasta el hartazgo James Brown, Hassan Rouhani dejó en claro que no tiene intenciones de dejar ir a Javad Zarif. Probablemente, no piense en nadie mejor que él para el puesto. De hecho, eso transmitió a los medios su jefe de gabinete, Mahmoud Vaezi, quien destacó las palabras de Rouhani como "clara evidencia" de su "completa satisfacción" con Zarif: "el punto de vista del Dr. Rouhani's [es que] Irán tiene sólo una política exterior y sólo un ministro del exterior". Desde la Guardia Revolucionaria, el alto comandante de las Fuerzas Al Quds, Qassem Soleimani, refrendó la posición del presidente aduciendo que Zarif es la persona "a cargo de la política exterior" y que "siempre ha tenido el apoyo de altos oficiales". Estos enunciados públicos expresan algo significativo: el gobierno pretende renovar la confianza de Zarif en permanecer en el gabinete, a la vez que transmitir a la población una sensación de estabilidad.

Esta semana, Soleimani presenció dos reuniones importantes en Teherán en las cuales Zarif no participó. Una de ellas fue el lunes, con el presidente sirio, Bashar al-Assad, quien visitó Irán por primera vez desde el comienzo del conflicto bélico de su país en 2011: hasta entonces, solamente viajó a Rusia en dos oportunidades. Se rumorea que Zarif se enteró abruptamente de estar excluido de esta reunión y que eso fue la gota que rebalsó un vaso pleno de rivalidades internas al gabinete; especialmente, de las que surgen de una política exterior paralela a la que él delineó como ministro.


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El presidente sirio Bashar al Assad junto al Líder Supremo iraní, el ayatolá Alí Khamenei en su primer viaje a Irán desde el estallido del conflicto bélico en Siria. Foto: Reuters.

La otra reunión, fue con Rouhani y con el ayatolá Ali Khamenei, Líder Supremo de la nación. Hay que destacar que el mismo día que Assad visitó a Irán, uno de sus grandes aliados en el conflicto, alguien más visitó Rusia: el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que trató con Putin la actividad militar iraní en Siria. Detengámonos en este triángulo por un momento. Siria articula intereses iraníes, israelíes y rusos. En su territorio, Irán e Israel han encontrado condiciones para significar, recíprocamente, una amenaza más cercana el uno para el otro.

La incidencia que los gobiernos de ambos países pretenden ejercer en la construcción de una hegemonía regional tiene mucho que ver con la actividad militar que mantienen en Siria contando con un árbitro bastante particular: el gobierno de Vladimir Putin. Para Israel, operar en Siria tiene que ver con boicotear la agenda de actores que representen un riesgo para la seguridad nacional, armando y entrenando a grupos de rebeldes y realizando bombardeos selectivos que tengan un efecto disuasivo. El objetivo es claro: si no se puede eliminar a estos actores, sí se busca mantenerlos lejos, lo más lejos posible de las fronteras y limitar su alcance de fuego.

Esto va especialmente para Irán, quien por su parte, pregona forjar un liderazgo regional político, económico y militar que atraviese Iraq, Siria y llegue hasta el Líbano. Pero como nada es tan sencillo, internamente, el público israelí y el iraní tienen sus reservas respecto a estas actividades: en el segundo caso, el número de bajas y el costo económico del involucramiento bélico, no son factores que resulten bien recibidos en un clima de creciente devaluación y desempleo.



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Fotos de la recepción del presidente armenio Nikol Pashiyan en Irán. Rouhani y Zarif le dan la bienvenida, evidencia del rechazo de la renuncia de Zarif. Imagen: Captura de cuenta de Twitter del periodista Abas Aslani, de Tasnim News Agency, @AbasAslani


No sólo eso, sino que, al mismo tiempo que el gobierno tiene que lidiar con estas problemáticas, hay sectores dentro de las cúpulas de la Guardia Revolucionaria, de partidos opositores y clérigos que se inclinan por posturas más radicales frente a ellos, y culpan al gobierno de Rouhani por su flaqueza. Por ejemplo, En la ciudad de Karaj, Hassan Abbasi, un general retirado del ala más reaccionaria de la Guardia Revolucionaria, dio un discurso a principios de febrero en que mandó a Rouhani, Zarif y al legislador Ali Larijani (ex ministro de cultura, jefe negociador sobre política nuclear, y que apoyó el acuerdo con el G5+1) al infierno. Esto último es sumamente importante: las críticas de este sector opositor más duro con el gobierno encontraron en el acuerdo nuclear, un blanco fácil para desprestigiar a Rouhani y sus funcionarios. Después de la salida de Estados Unidos del acuerdo en mayo de 2018, la reimposición de las sanciones que afectan las relaciones comerciales entre Irán y potencias europeas y del Lejano Oriente, agrava la situación y Zarif fue cada vez más criticado.


La trastienda de un post


Zarif renunció, con un mensaje críptico, pero en clara disconformidad con la institución de una política exterior y una representación paralela que responde al Líder Supremo y que es disonante con la suya. Para Zarif, experto en relaciones internacionales formado en la Universidad Estatal de San Francisco y en la Universidad de Denver, esto es inaceptable. Considerado por diplomáticos y analistas políticos de todos el mundo como un moderado, empeñado en orientar la política iraní hacia un acercamiento con Occidente que permita al país crecer económicamente y sacarlo de su aislacionismo, Zarif se convirtió en uno de los grandes paladines de Rouhani. A dos años de la asunción de Rouhani y el nombramiento de Zarif en 2013, juntos consiguieron que se firmara el histórico acuerdo nuclear con la Unión Europea, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Rusia, China y Estados Unidos.


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Federica Mogherini y Javad Zarif en una reunión en Teherán en abril de 2016. Foto: AP.

Esa gesta presentó a Zarif a Occidente como un factor que prometía estabilidad para una región convulsionada. A pesar que ese fuera el parecer de altos funcionarios y oficiales de, por ejemplo, Estados Unidos y la Unión Europea, uno de sus grandes detractores fue Netanyahu, quien resiente la actividad nuclear iraní y condenó el acuerdo como una carta blanca para que Irán desarrollase nuevos armamentos. Subyace a ese argumento el hecho que el gobierno del país que representa el mayor enemigo de Israel saliese de su aislamiento político y económico. La política de seguridad de Netanyahu se basa, en buena medida, en resaltar el antagonismo entre Irán e Israel como fuerzas opuestas: un enfrentamiento entre un régimen totalitario y uno democrático, afín a Occidente.

Sin embargo, esta posición sólo es compartida por el ala más dura de, por ejemplo, el partido republicano de Estados Unidos. En Europa, Zarif fue en general considerado como un interlocutor confiable y respetado. El 15 de febrero de este año, Zarif se reunió con Federica Mogherini, alta representante de la UE en Asuntos Exteriores y Seguridad, con quien ya tiene un buen entendimiento desde hace años: juntos colaboraron en dar forma al acuerdo nuclear con el G5+1, y en dicha oportunidad, conversaron acerca de su continuidad y sobre la política iraní hacia Siria, Yemen y Afganistán, y sobre sanciones económicas tanto en vigencia como prospectivas hacia Irán.

Es cierto, sin embargo, que aunque tenido en estima por semejantes autoridades, la reputación de Zarif se erosionó recientemente tras el desmantelamiento de unos operativos supuestamente atribuidos a los servicios de inteligencia iraníes en Francia y Dinamarca en octubre del año pasado: el gobierno danés acusó a agentes iraníes de planear el asesinato de tres activistas árabes iraníes del movimiento separatista de Ahvaz que residen en el país escandinavo. El problema para Occidente no es que Zarif esté detrás de estos acontecimientos, sino su margen de maniobra para evitarlos.

Los rumores de la disconformidad de Zarif no son nuevos: para Gholamali Jafarzadeh, vice presidente del bloque independiente en el parlamento iraní la renuncia tuvo que ver con "decenas de viajes y conversaciones paralelas" de oficiales iraníes hechas sin coordinación alguna con el ministerio que estaba bajo su cargo. Entre ellos, Ali Akbar Velayati, consejero especial sobre asuntos internacionales del Líder Supremo, viajó a Damasco y a Moscú el año pasado para coordinar la política del país con los gobiernos de Assad y Putin. Lo propio hizo Kamal Kharrazi, jefe del Consejo Estratégico de Relaciones Exteriores, cuando visitó Europa con el objeto de negociar con la UE, medidas que facilitaran el comercio a raíz del restablecimiento de las sanciones estadounidenses.

Los esfuerzos de Zarif en reposicionar Irán en la comunidad internacional tuvieron un revés significativo con estos acontecimientos: los operativos frustrados terminaron valiendo la imposición de nuevos sanciones, esta vez, de la UE. En Teherán, la oposición a Rouhani aprovechó el contexto para presionar desde el congreso y bloquear la aprobación de medidas que acaten normativas internacionales propuestas por la FATF (sigla en inglés del "Grupo de acción financiera contra el blanqueo de capitales") , gesto que ayudaría a mejorar la imagen de Irán ante Occidente; entre ellas, regulaciones contra el lavado de dinero, la financiación de actividades terroristas y del crimen organizado. En su plenario del 22 de febrero, el organismo puso como fecha de vencimiento junio de este año: si el gobierno de Irán no promueve dichas medidas, verá una creciente supervisión sobre las actividades de sus entidades financieras y podría colocarlo en una lista negra de Estados riesgosos para realizar inversiones, complicando aún más las ya deterioradas relaciones comerciales que mantiene con otros países.


¿Cuántas políticas exteriores son sostenibles?


La superposición de autoridades estatales con competencias similares es un rasgo que se desprende del intrincado sistema institucional iraní. Las contradicciones que surgen del potencial delineamiento de políticas con diferente orientación implican competencias y rivalidades internas, así como posibles cortocircuitos en las relaciones exteriores de Irán con organismos internacionales y otros Estados. La renuncia de Zarif se explica a partir de dicha característica y en el contexto local e internacional descripto: crisis económica y de representación interna, crisis diplomática puertas afuera. Todo esto agravado por el desprestigio que las alas más duras de la Guardia Revolucionaria y partidos conservadores han estado promoviendo, fogoneando la chispa de un fuerte descontento popular. Zarif tomó su decisión pero Rouhani lo necesita cerca: ha de mostrar al mundo y a su oposición en casa que el gobierno "reformista" es fuerte y resistirá las embestidas que enfrenta. Para evitar un giro a la derecha, rechazar la renuncia pareciera ser lo acertado para Rouhani, que prometió volver a insertar a Irán en la comunidad internacional, pero de inmediato subsiste la pregunta que motivó ese post sorpresivo en Instagram, ¿qué puede hacerse en una posición en la que se está progresivamente asediado y con cada vez menos margen para actuar?




 
 
 

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