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Quedándose o yéndose: la lucha de las mujeres saudíes

  • Foto del escritor: Ignacio Rullansky
    Ignacio Rullansky
  • 16 ene 2019
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 18 ene 2019


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Rahaf Mohammed al-Qunun, joven saudí refugiada en Canadá. Foto: Carlos Osorio/Reuters.

"The love of a woman is a wonderful thing,

Yeah, the way you treat 'em is a crying shame,

I tell you, fella, yeah, it won't be long,

Yeah, before these women they all have gone."


Una vieja canción de rhythm and blues hablaba de cómo las mujeres, hartas de los maltratos de los hombres, pensaban abandonar su pueblo. El trío de compositores del sello Motown, Lamont Dozier, Brian y Eddie Holland, escribieron "Leavin' here" ("Yéndose de aquí") en 1963. Los versos transmitían más de una advertencia ("el amor de una mujer es una cosa maravillosa, el modo en que las tratan es una angustiosa vergüenza, te digo, amigo, no faltará mucho hasta que estas mujeres se hayan ido") repetida por las voces masculinas de The Who, The Birds, Motörhead y Pearl Jam.

Enero de 2019 parece vaticinar un año en que las mujeres saudíes se pronunciarán con nuevo ímpetu en contra de las leyes, usos y convenciones que limitan sus libertades y derechos, entonando un mensaje parecido. Así lo señalan los cientos de posteos seguidos por hashtags como #EndMaleGuardianship, #النقاب_تحت_رجلي, #SaveRahaf y #StopEnslavingSaudiWomen: "terminar la custodia masculina" y "niqab bajo mi pie", "salvar a Rahaf" y "detener la esclavización de las mujeres saudíes".

Estas expresiones de lucha evidencian que si Arabia Saudita atraviesa un momento de históricas reformas políticas y sociales, no es por gracia de la liberalidad y sensibilidad de su dirigencia política, sino debido a procesos de movilización desde abajo que rápidamente obtienen apoyo (más que nada, visibilidad o asesoramiento) de organismos y referentes internacionales. Debe decirse que, como ocurre en otras experiencias de lucha feminista, la generación y adopción de repertorios de acción colectiva y de semánticas para verbalizar dichas demandas no es compartida por el grueso de las mujeres. Sin embargo, es un hecho destacable que quienes recurren a estos gestos de resistencia contra el machismo preponderante en la sociedad saudí hayan llegado al punto de viralizar consignas tales como "o se termina la custodia masculina (sobre decisiones claves en la vidas de las mujeres) o migramos". A diferencia de Leavin' Here, aunque conservando su sentido, se trata de mujeres escribiendo los versos de su propio canto de liberación.


Peleando por sus derechos, pisando velos

La cuestión de la vestimenta y del uso del velo es un tema relativamente familiar para el público occidental. La situación de las mujeres musulmanas en Europa, en virtud de las discusiones sobre libertades individuales y la portación de elementos distintivamente religiosos en espacios públicos, suele aparecer en los medios. Brevemente, existen sectores dentro de sociedades europeas que pregonan la erradicación del uso del velo en escuelas y quienes apoyan su uso respetando la libertad de culto y elección personal. Asimismo, hay musulmanas en estas sociedades que optan tanto por usarlo como por abandonarlo; en el medio pueden darse situaciones de usos ocasionales: ceremoniales, por sólo dar un ejemplo.


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Capturas tomadas de Twitter de la campaña "niqab sobre mi pie", 29/12/2018.

La situación de la mujer en países del mundo árabe e islámico no es la excepción. El velo puede ser percibido como instrumento de dominación o como marcador cultural de confirmación de una identidad. Desde Nueva York, la joven Nazma Khan propuso en 2013 que el primero de febrero se celebrara el día mundial del hijab reconociendo la elección de millones de mujeres de observar las reglas de la modestia, invitando a usar hijab a musulmanas (que lo usan habitualmente y que no) y no musulmanas por un día.

El éxito de esta convocatoria se tradujo en que el Estado de Nueva York reconociera oficialmente la fecha en 2017, año en que la Casa de los Comunes del Reino Unido organizó un evento para la ocasión al cual asistió la propia Theresa May.

En respuesta a la invitación de la Oficina de Relaciones Exteriores británica a sus empleados a usar hijab el primero de febrero de 2018, la periodista británica-iraquí Ruqaya Izzidien publicó su crítica a la medida en una columna en The New Arab, el 13 de ese mes. Izzidien se refirió a las 29 mujeres arrestadas esas semanas en Irán por aparecer en público sin velo, en protesta a su uso obligatorio y señaló elocuentemente que:


"Los musulmanes no existen solo en los extremos. No todas las mujeres en hijab están oprimidas, y no todas las que no lo tienen son liberadas. El hijab no necesita ser celebrado por la Oficina de Relaciones Exteriores, ni condenado por aquellos que odian el Islam."


Prueba de la diversidad de opiniones y posiciones al respecto dentro de la propia gran comunidad de fieles, el día mundial del hijab es respondido con reacciones como las de numerosas mujeres saudíes que repudian su uso, no legalmente mandatorio pero sí observado por las autoridades la práctica. La consigna "día de no (usar) hijab" representó en 2018 una especie de contracumbre virtual en la que llegaron a quemarse velos. En diciembre de 2018 y entrado enero de 2019, entre las saudíes, esta conducta creció hasta formularse en el hashtag "niqab sobre mi pie", implicando subir una foto o video a las redes sociales pisando el velo que se usa para cubrir el rostro como acto de resistencia contra las leyes informales de conducta que rigen sobre sus cuerpos. Mohamed bin Salman, príncipe heredero de la corona, se había pronunciado respecto a la cuestión en marzo de 2018, en una entrevista en CBS, recordando que las leyes de la sharia demandan a la mujer vestirse decente y respetuosamente, al igual que el hombre, y que no hay especificación particular respecto a la prenda o al color de ésta siempre y cuando cumpla el requisito anterior de modestia.

Esta expresión de repudio ante el uso del niqab puede leerse como una demanda de un sector de la sociedad saudí respecto a la concesión de mayores libertades para las mujeres. Por otro lado, el tono ludista de la campaña "niqab sobre mi pie" también despertó críticas pidiendo respeto por quienes elijan usarlo. La cuestión se reduce a qué margen de eco realmente encuentran quienes, disconformes con su uso, prefieren un estilo de vida que no pueden realmente ejercer cotidianamente, es decir, se da un desfase entre representaciones sobre el goce de libertades civiles y su práctica real: el grado de incidencia de las mujeres sobre la toma de decisiones públicas y la recepción de sus demandas por las autoridades del régimen político del que forman parte es limitado. Entonces, si no es ahí, ¿dónde?



Yéndose de aquí

El gobierno saudí, capitaneado por Mohamed bin Salman, presentó el reconocimiento del derecho de las mujeres a manejar automóviles como una señal inexorable de expansión de derechos. Sin embargo, muchas de las activistas que históricamente pelearon por ese derecho en particular fueron arrestadas: algunas (y también activistas varones que las apoyan) siguen detenidas desde mayo de 2018, justo antes de oficializarse la medida. El gobierno no sólo parece estar negando la agencia y participación fundamental de estas activistas sino que, como denuncia un grupo de legisladores y abogados británicos que se dirigieron a principios de 2019 a las autoridades estatales saudíes:


"Hay inquietudes creíbles de que las condiciones en las que están detenidas las activistas saudíes pueden haberse quedado muy por debajo de las normas internacionales y de las de la propia Arabia Saudita. Hacemos este pedido a las autoridades sauditas para que podamos evaluar por nosotros mismos las condiciones en las que las activistas saudíes han estado y están siendo detenidas hoy."

Negación de acceso a abogados, torturas, abusos sexuales, forman parte del trato que reciben las detenidas según Human Rights Watch, Amnistía Internacional y distintos medios de comunicación han informado. Si pelear contra abusos cometidos en situación de detención (por demás, arbitraria) es sumamente dificultoso en este contexto, la historia de Rahaf Mohammed al-Qunun sugiere que no es menos complicado hacerlo en libertad. Tanto es así que la joven que escapó a los maltratos y abusos que sufría en el seno de su hogar (de una posición económica acomodada), inició un épico periplo pidiendo auxilio: a quien pudiera dárselo, donde sea que pudiera encontrarlo. Las noticias del mundo conectaron Tailandia, a donde Rahaf se había fugado, Australia, donde solicitó una visa, Canadá, donde finalmente encontró asilo, y Arabia Saudita, de donde había escapado y de donde su padre y su hermano viajaron para intentar regresarla.

De repente, el mundo entero estuvo pendiente de lo que comunicarían las autoridades tailandesas y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados: en pocos días, se pasó de las fotos de la expectante Rahaf, refugiada en tránsito, con el jefe de migraciones tailandés, Surachate Hakparn, a la de la aliviada Rahaf acompañada de la ministra de relaciones exteriores canadienses, Chrystia Freeland. Rahaf aprovechó unas vacaciones familiares en Kuwait para usar una tarjeta de crédito prestada con la que compró su pasaje a Tailandia. Tres campañas para apoyarla económicamente se iniciaron inmediatamente después que posteó en las redes su situación; su cuenta de twitter obtuvo aproximadamente 50.000 seguidores nuevos en 48 horas. Phil Robertson, subdirector de Human Rights Watch en Asia, entre otros representantes de agencias semejantes, se pronunciaron en favor de su pedido de auxilio pues volver a Arabia Saudita era suficientemente peligroso en virtud de las represalias legales y familiares que podría encarar: debe decirse que su celebridad instantánea produjo también amenazas de muerte.


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Rahaf Mohammed al-Qunun junto a Surachet Hakparn en el aeropuerto Suvarnabhumi en las afueras de Bangkok, Tailandia, 07/01/2019. Foto: Oficina de Migraciones de Tailandia/EPA-EFE/REX/Shutterstock.

Rahaf comentaría en una entrevista al New York Times, ya en Canadá, que la desaprobación familiar de un corte de pelo le valió seis meses de encierro en una habitación. Haberse quitado el niqab implicó, por su parte, una golpiza de su hermano y un nuevo encierro. No es casual que Justin Trudeau, presidente de Canadá, se hiciera eco de esta situación. 2018 fue un año particularmente tenso respecto a la relación bilateral dadas las críticas de autoridades canadienses a la situación de los activistas detenidos en Arabia Saudita que culminaron en la expulsión del embajador canadiense de Riad, el llamamiento del embajador saudí en Ottawa, el congelamiento de las inversiones y comercio y la orden real a estudiantes saudíes en Canadá a transferirse a otros destinos.


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La "valiente nueva canadiense", Rahaf Mohammed al-Qunun arribando a Canadá, acompañada por Chrystia Freeland, en el aeropuerto de Toronto, 12/01/2019. Foto: Carlos Osorio/Reuters.

Como ocurre con la cuestión del velo y la vestimenta, el estatus de custodia masculina sobre las mujeres se rige por una mezcla de legalidad y observancia consuetudinaria que las autoridades policiales y judiciales contemplan. El sistema de custodia masculina sobre la mujer implica la asignación de un pariente (padre, marido, tío, hermano, incluso un hijo) cuya aprobación es requerida para consentir un matrimonio, tramitar un pasaporte, autorizar un viaje, entre otras cuestiones. Una vez más, Mohamed bin Salman se pronunció sobre esto en una entrevista indicando los límites de la reforma que sí concedió ciertas libertades (acceso a servicios como educación y salud, y asistir al trabajo o a una corte sin requerir permiso de un guardián masculino):


Goldberg: ¿Vas a deshacerte de estas leyes?


MbS: Hay muchas familias conservadoras en Arabia Saudita. Hay muchas familias divididas por dentro. A algunas familias les gusta tener autoridad sobre sus miembros, y algunas mujeres no quieren el control de los hombres. Hay familias donde esto está bien. Hay familias que están abiertas y que les dan a las mujeres e hijas lo que quieren. Entonces, si digo que sí a esta pregunta, eso significa que estoy creando problemas para las familias que no quieren dar libertad a sus hijas. Los saudíes no quieren perder su identidad, pero queremos ser parte de la cultura global. Queremos fusionar nuestra cultura con la identidad global.


El informe de la Brecha Global de Género del Foro Económico Mundial para 2018, unicó a Arabia Saudita en el puesto 141 sobre 149 y dentro de seis países en el cual la brecha es de más del 90% del índice (Siria, Líbano, Argelia, Egipto, Yemen y Pakistán). Campañas como "Soy mi propia guardiana", iniciada en 2016, u otras de las comentadas en esta columna deben contemplarse a la par de prácticas como solicitar permisos de trabajo Emiratos Árabes Unidos, donde no es necesario el aval masculino para volverse económica independiente o realizarse profesionalmente. La historia de Rahaf no es la única ni la primera: Shahad al-Muhaimeed tuvo una experiencia similar a los 17 años cuando en sus vacaciones familiares escapó desde Turquía a Georgia.


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Declaración pública de Rahaf al-Qunun agradeciendo a las autoridades de Canadá, Tailandia y UNHCR, alentando la resistencia de las mujeres saudíes, publicada por National Online Journalist de Canadá, 15/01/2019.


Sin embargo, lo excepcionalmente notable de su experiencia como refugiada es que en pocos días se ha vuelto una referente internacional para sus congéneres y connacionales en general, en situaciones similares. Su valor ejemplar le ha valido el reconocimiento de experimentadas activistas feministas y de los derechos humanos, con quienes ya está contacto, como una de ellas. Ahora, numerosas mujeres saudíes se pronuncian con renovado ímpetu por el fin de la custodia masculina, percibida como una modalidad de esclavitud moderna (#EndMaleGuardianship), sentenciando en las redes sociales: "o cambian las cosas, o migramos".

Así de sencillo. Con una imagen pública todavía más deteriorada desde el caso Khashoggi, la corona saudí debe sopesar el costo de sostener un orden social que provoca a las mujeres a querer abandonarlo. Por ahora, la Sociedad Nacional de Derechos Humanos de Arabia Saudita condenó a las "delincuentes" que se hacen pasar por refugiadas para huir de sus familias; la propia familia de Rahaf la desconoció este lunes.

Será clave para el futuro político de MBS hasta qué punto está dispuesto a avanzar respecto a las demandas del movimiento feminista y de derechos humanos (encontrándose él mismo en un momento de debilidad, donde sectores opositores podrían aprovechar esto para reunir consenso en su contra desde posiciones conservadoras), a la vez que, la crítica internacional condena el trato que reciben las mujeres en su entorno doméstico y, particularmente grave, de aquellas detenidas por pelear por sus derechos. El tiempo dirá si más mujeres saudíes corresponderán la letra de Leavin´ Here y si es como Rahaf dijo "no hay otro escape que huir...no hay otra manera".




 
 
 

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