Un príncipe en Buenos Aires
- Ignacio Rullansky
- 27 nov 2018
- 5 Min. de lectura

Mohamed bin Salman, príncipe heredero a la corona saudí, quería pasar a la historia como un gran reformador. Quería ser aquel que modernizara Arabia Saudita a los ojos de sus aliados de Occidente. Promovió cambios favorables en la legislación respecto a las libertades y derechos de las mujeres y a la interpretación jurídica del Islam, así como cambios económicos que no se completaron del todo. En su visión hombres y mujeres saudíes ejercerían sus derechos ciudadanos de manera más equitativa, participando de la vida social y económica del país. Además, para él, las acciones de la corona sobre los recursos energéticos debían ser puestas a disposición de las fuerzas del mercado. Hoy, puede que el camino que él mismo se forjó lo lleve a su detención en Buenos Aires.
Todo comenzó en Estambul, o quizás, en la propia península arábiga. A partir de su liderazgo en la campaña militar que Arabia Saudita encabeza en Yemen, se lo acusa de presuntos crímenes de guerra. Más cerca aún de su entorno, se lo responsabiliza también por la tortura y encarcelamiento de funcionarios y príncipes saudíes que consideraba contendientes a sus aspiraciones hegemónicas en su país; algunos se habían exiliado aunque, ahora que los vientos cambian respecto al prestigio del crecientemente cuestionado príncipe están emprendiendo el retorno. En suma, Mohamed bin Salman supo reunir, en poco tiempo, los rasgos de un reformador, presuntamente (insuficientemente) liberal, y de un autócrata.

Es notable que MBS, abreviatura usual del príncipe, extendiera los mecanismos de depuración cortesana obteniendo una imagen de líder temido e incuestionable por medio de la coerción, al ámbito de libertades cívicas básicas como la de expresión y de prensa. El caso del periodista asesinado en el consulado saudí en Estambul, Jamal Khashoggi, refleja una autopercepción desmesurada de identidad entre individualidad y poder muy contraria a la postura de modernizador que quiso adoptar. En cambio, representa una imagen decisivamente incompatible con cualquier rasgo democratizador.
El fallido ocultamiento de las pruebas de manera conjunta con autoridades turcas, la torpe y tardía admisión de la responsabilidad sobre la oscura muerte del columnista, en medio de un escándalo internacional sin precedentes, comprobó que MBS tomó por habituales mecanismos que acrecentaran su concentración de poder en modo contrario a lo que sugirió Maquiavelo: "los actos de severidad mal usados son aquellos que, pocos al principio, van aumentándose y se multiplican de día en día, en vez de disminuirse y de atenerse a su primitiva finalidad." (2007; 149). El pensador florentino proponía realizar todos los actos de rigor precisos de una sola vez; MBS se ha destacado por recurrir a ellos reiteradamente.

El problema es que la comunidad internacional puede, y es experta, en pasar por alto crímenes políticos e incluso, de lesa humanidad para una potencia económica y referente político regional como Arabia Saudita. Tal impunidad vale incluso para actos perpetrados contra la población de un tercer Estado fácil de tildar de fallido como Yemen. Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita no tuvieron casi problemas en ocupar puertos y ciudades cometiendo atrocidades –perdonadas incluso a sus soldados por medio de un decreto real– desde que intervienen en el conflicto en este país. Ahora bien, esto es más difícil de objetar en las puertas de Occidente, en Estambul. Y es ahí donde quedó varado MBS, y su camino como reformador, interrumpido, ante la ley que preserva el hipócrita custodio de los valores liberales: el descuartizamiento de un periodista opositor a su régimen quien escribía para un medio como el Washington Post es difícil de pasar por alto. Dolorosamente difícil, para sus aliados. Las autoridades de Estados Unidos, las Naciones Unidas (ver, por ejemplo, el informe de agosto de este año sobre Yemen), el parlamento de la Unión Europea, podían públicamente protestar y pedir mesura por los sucesos en Yemen, pero la aberrante escena del crimen contra la libertad de expresión que MBS orquestó en su propio consulado es imposible de limpiar.

La Cumbre del G20 se realizará, por primera vez, en un país de América del Sur. Es en Buenos Aires donde MBS puede ser detenido a partir de la denuncia de Human Rights Watch, mientras los líderes mundiales que nada hicieron para evitar sus excesos se llevarán cada uno alguna que otra protesta. El 26 de noviembre, Human Rights Watch presentó una solicitud ante Ariel Lijo, juez argentino, donde se describen hallazgos públicos sobre presuntas violaciones del derecho internacional cometidas durante el conflicto en Yemen, y se destaca su posible complicidad en denuncias de tortura y malos tratos a ciudadanos sauditas, incluido el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. En este blog hemos repasado cómo el líder que promovió el derecho de las mujeres a conducir automóviles también es responsable de la persecución de –sí– mujeres activistas de derechos humanos como Israa al-Ghomgham, y miembros de minorías religiosas.

Según el Informe de Situación N°41 sobre Yemen del Programa Mundial de Alimentos de la ONU del 15 de noviembre de este año, hay 22.2 millones de personas requiriendo ayuda humanitaria en las 22 provincias afectadas por el conflicto, además de 2.300.000 de desplazados (esto es muy difícil de medir dado el problema de relevar en contexto de guerra, además del hecho de que las cifras varían conforme la coalición de Arabia Saudita y Emiratos Árabes avanza sobre la región de Hodeida) y 17.800.000 de personas con acceso precario o insuficiente a alimentación. Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch, expresó: "Las autoridades fiscales argentinas deben analizar el papel de Mohammed bin Salman en los posibles crímenes de guerra cometidos por la coalición liderada por los saudíes desde 2015 en Yemen [...] La asistencia del príncipe heredero a la Cumbre del G20 en Buenos Aires podría hacer que los tribunales argentinos sean una vía de reparación para las víctimas de abusos que no pueden buscar justicia en Yemen o Arabia Saudita".
Esto por cuanto la constitución argentina reconoce la jurisdicción universal para los crímenes de guerra y la tortura, es decir, nuestras autoridades judiciales están facultadas para investigar y procesar estos delitos sin importar dónde se cometieron y sin importar la nacionalidad de los sospechosos o sus víctimas. Desde Human Rights Watch se transmitió también que los casos de jurisdicción universal pueden proporcionar justicia y ejercer un papel disuasorio para futuros delitos y, rigiéndose por el Código Penal de nuestro país, hizo su petición formal, noticia que recorre los portales del mundo.
No por mérito propio y en modo totalmente insospechado, puede que la Cumbre del G20 2018 resulte de trascendencia histórica inusitada para Mauricio Macri, presidente del país anfitrión, si MBS es efectivamente detenido (las autoridades argentinas están contemplando cómo proceder), lo que provocaría consecuencias tan inimaginables como la posibilidad de creer en la impunidad de desaparecer, tan estruendosamente, a un periodista de renombre internacional.
Finalmente, puede que se prescinda del golpe tan anticipado en la corte saudí y que todo lo que baste para interrumpir la carrera del príncipe heredero sea un mecanismo legal basado plenamente en principios liberales contrarios a la liberalidad en el despliegue de atrocidades para beneficiar un proyecto de consolidación hegemónica sobre la corona y sobre la región.
Bibliografía: Maquiavelo, N. (2007) "El Príncipe". Ed. Claridad, Bs. As.
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